Sección: Publicaciones de Defensa
Título: La Armada ante el conflicto / Alejandro Anca Alamillo
Autor: Anca Alamillo, Alejandro, 1968-
Notas: Bibliografía
Resumen: Este artículo estudia el papel de la Armada española durante la Primera Guerra Mundial. A los diecinueve días de comenzado el conflicto, el Ministerio de Estado español ordenaba la neutralidad de sus súbditos en la contienda. El Ejecutivo estimaba que los beligerantes no pondrían a nuestro país entre la espada y la pared de forzar su entrada en la guerra pues, más que ofrecer una ayuda efectiva, sería una penosa losa con la que cargar; además, España esperaba que dicho conflicto se resolviera en pocos meses, para posteriormente erigirse en árbitro de las negociaciones de una paz duradera; aunque parte de la sociedad era aliadófila o germanófila, la decisión fue aplaudida por la mayoría; no obstante, el gobierno restringiría la libertad de prensa. Respecto a la Armada, algunos historiadores han censurado la aparente pasividad de nuestra Marina ante dicho conflicto, pero el contraalmirante Augusto Miranda y Godoy poco podía hacer ante la incapacidad de nuestra flota de ejercer un control eficaz en nuestras aguas territoriales, a pesar de que en esa época dicho límite quedó reducido a tres millas de la costa; además, según iba avanzando el conflicto, se produjo un encarecimiento notable del carbón, lo que haría que se dieran órdenes para economizar su consumo y que se vigilaran los depósitos del combustible que tenía nuestra Armada para evitar robos; también hay que reconocerle a Miranda el cambio de su programa naval, incorporando las lecciones que estaba ofreciendo el conflicto (compra de una flotilla de submarinos, que fueron sustituidos por cruceros ligeros); gracias a su gran visión estratégica, creó una serie de "puertos refugio" con el fin de facilitar la defensa de las rutas marítimas y abastecer a los barcos de la Armada; también hay que señalar el nacimiento de la Aviación Naval. Al comenzar el conflicto, los buques continuaron en sus amarraderos, para controlar la costa del Protectorado; solo a partir de 1914 se observa una acumulación de unidades de combate en el Mediterráneo y dos en el Atlántico, cuya misión consistía en permanecer amarrados a sus puertos si no se recibían órdenes expresas. Por otra parte, la preocupación principal del Estado Mayor fue cómo mantener el control de nuestro litoral para proteger a la Marina mercante de operaciones ilícitas de los dos bandos. La Ley Maura-Munárriz adoleció de no dotar a la Armada con los suficientes guardacostas por medio de cinco diferentes concursos que a lo largo de los años 1915, 1916 y 1917 quedaron desiertos; más acertada fue la decisión de dotar a la Armada de minas por parte de Miranda, por ser una solución barata y rápida que venía a paliar la escasez de piezas de artillería de costa. La labor del Estado Mayor se centró en identificar los puntos vulnerables e idóneos de nuestra franja marítima dode donde debían ser fondeadas; las rías gallegas presentaban las mejores condiciones para ello, por lo que a lo largo de 1915 se habilitarían como buques portaminas un crucero y un remolcador; también en Cartagena se habilitaría en 1917 un destructor para dicho cometido. En cuanto a la labor de inteligencia, ésta estuvo a un excelente nivel, muy superior a la desarrollada por el Ejército. Los agregados navales destacados en las distintas capitales europeas canalizaban la información que recopilaban los cónsules y agentes, mandandola al Estado Mayor con mucha frecuencia; otro de los cometidos del Estado Mayor fue la investigación de denuncias que llegaban sobre actos prohibidos que los bandos contendientes realizaban en nuestros puertos o aguas; una poco conocida labor que realizó un buen número de oficiales de la Armada fue la de comisarios de inspección de buques-hospitales aliados. A los gobiernos británico y galo se les ocurrió que España nombrara a varios de sus oficiales para que se embarcaran en los buques como garantes de la legalidad internacional, impidiendo con ello un uso ilícito de la enseña de la Cruz Roja; Alfonso XIII acogió con entusiasmo la propuesta. El Estado Mayor fue el encargado de recibir las solicitudes de los voluntarios; un total de ventisiete jefes y oficiales españoles fue comisionado al efecto, embarcando en buques británicos, franceses e italianos. Para terminar, la Armada recibió una propuesta por parte de Chile para intentar comprar el acorazado España, propuesta que terminó archivada.
Registros relacionados: En: Revista general de marina. - Madrid : Depósito Hidrográfico, 1877- = ISSN 0034-9569. - 01/08/2014 Volumen CCLXVII agosto / septiembre - 2014 , T. 267 (ag.-sept. 2014), p. 359-377
Materia / lugar / evento: Guerra Mundial
Armada
Política militar
Neutralidad
1914-1918
España
Tipo de publicación: Artículos y Capítulos