4 SECCION eos, haciéndala originaria de la China, pretendiendo que Aaron trazó la primera descripción de las. viruelas con la denominación de djizi : (juién supone que hasta el siglo IX no se conocia tal enfermedad , que los orientales trajeron á Occidente. Constantino Africano, médico árabe, que viajó por el Asia y el Africa y vivió en el siglo X, dice: que los antiguos llamaban á las viruelas ignis carbones , y los Sículos /í/irt5 ignis, Plinio, no solamente llama boas á las viruelas, sino que añade son curables con las hojas del yezgo. Ulpino , Cicerón y Salustio dan el nombre de vanus á las viruelas, como para denotar su inconstancia , volubilidad, malicia y fraude, y adviértase de paso, que el nombre de varióles, con que en el día son conocidas, debe derivarse de varius, y que Cicerón nació ciento seis años antes de la era cristiana. • . .?/!-,-KT>r. A los que afirman que los antiguos no conocieron las viruelas, pudiera pregunlárseles : ¿están averiguados todos los nombres con que en la antigüedad se conocieran las cosas, considerando los diversos paises é idiomas? ¿No son el lote constante de la humanidad , la negligencia, la falta de luces y las preocupaciones? Estas poderosas causas indispensablemente neutralizan el medio de investigación, y las que sin diputa fueron, si es que no obraron otras pasiones de peor género, las que hicieron atribuir á Colon el pestífero presente déla sífilis á su regreso de las Antillas, cuando ya el Lev í tico, capítulo XV, nos prueba su antiquísimo origen; mas era indispensable esta calumnia, para vengar el solemne mentís que acababa de dar tan ilustre varón á la turba de fanáticos que los antípodas negaran. ¿Y quién podrá afirmar que no pueda decirse lo mismo respecto á las viruelas? Examínese, pues, lo que debe suceder á las relaciones trasmitidas por una tercera ó cuarta persona, y se verá que sucede lo que á un objeto natural, que reflejado de un espejo á otro, y á otros sucesivamente, y recibiendo de espejo en espejo los tintes, las desviaciones y las undulaciones de todos ellos, al llegar al último no puede ser el objeto representado exactamente igual al representante. Pues la traducción de un idioma á otro produce ya una grande alteración en los pensamientos y en los coloridos, sin contar con los erro-